29/10/25

29/10/25

Humanidades

Más que una Qollqa

Una mirada colectiva al pasado para sostener el futuro

Rachel Schloss

Un almacén para el presente 

En Cusco, los días pueden medirse por el viento. Las mañanas son frescas, pero tranquilas. Al mediodía, cuando la temperatura sube varios grados por encima del amanecer, el viento comienza a descender desde los apus nevados, las montañas sagradas que dominan el valle. Por la tarde, el aliento frío de estas montañas alcanza su punto máximo, cubriendo los campos con un frío intenso. 

Durante siglos, los pueblos andinos han organizado sus vidas en torno a este clima variable, leyendo el viento, la helada, el sol, y la lluvia como marcadores del tiempo y recursos vitales. Construyeron qollqas, o almacenes, para trabajar con esas fuerzas: estructuras diseñadas para aprovechar el viento, sacar provecho del frío y mantener frescos los alimentos y materiales. 

En el contexto del cambio climático actual, la idea de aprovechar el clima cobra una nueva  urgencia. Entre las investigaciones y las acciones que se plantean para lidiar con esta nueva realidad, la qollqa reaparece como una tecnología ancestral que podría servir de modelo para adaptarse al clima:proteger las cosechas, sostener la soberanía alimentaria comunitaria, y reimaginar la preservación como un arte y un acto de cuidado. 

Con ese espíritu, nuestro proyecto comenzó a tomar forma. En las tierras altas de Moray, sobre MIL Centro y en colaboración con el sector Colparay de la comunidad de K’acllaraccay, reunimos conocimientos arqueológicos, prácticas locales, y realidades contemporáneas para albergar y proteger los frutos del trabajo colectivo: papas, granos, tubérculos (como oca, olluco, mashua, y mucho más), plantas medicinales, semillas, e incluso textiles y cuero. Servirá como despensa tanto para MIL Centro como para el sector Colparay de la comunidad de K’acllaraccay, y también como un espacio vivo de experimentación que une arquitectura, ecología, gastronomía y tradiciones andinas. 

La Qollqa Mater aprende del pasado, pero no es una réplica ni una reconstrucción. Basada en prácticas tradicionales de preservación, conocimientos andinos ancestrales y en la ecología particular de la zona de Moray, es un experimento arquitectónico diseñado para aprender del viento y revivir técnicas ancestrales para que el clima y la artesanía trabajen juntos. Construida colectivamente, extiende una lógica antigua hacia el presente, transformando la preservación en una forma de pensar, construir, y cuidar el futuro. 

Más que una qollqa, este proyecto está impulsado por metas interdisciplinarias y un equipo multidisciplinario que busca reactivar prácticas ancestrales mientras fomenta la colaboración local, la investigación en ciencia alimentaria y nuevas formas de mirar al pasado como fuente de soluciones para el futuro. 

“DEPÓSITO DEL INCA, COLLCA / Topa Ynga Yupanqui / administrador, suyoyoc / apo Poma Chaua / depócitos del Ynga / qullqa / suyuyuq / apu /” Guaman Poma de Ayala, F. (ca. 1615). El primer nueva corónica y buen gobierno [Drawing 132, “Storehouses of the Inka, qullqa,” p. 337]. Royal Danish Library. https://poma.kb.dk/permalink/2006/poma/337/en/text/ 

Lecciones del pasado: aprendiendo de los incas y sus ancestros

Mucho antes de que los incas hayan construido sus vastas redes imperiales, las comunidades andinas ya sabían cómo preservar la vida y los frutos de su trabajo en las tierras altas. Los incas ampliaron y perfeccionaron ese conocimiento, construyendo miles de qollqas, almacenes que vinculaban en su interior, clima, sustento y seguridad, a lo largo de su territorio, desde los desiertos costeros hasta los bordes glaciares del altiplano (Morris 1967). 

En lugares como Ollantaytambo, que se eleva sobre la hacienda real de Pachacútec (Protzen 2005), o en Huánuco Pampa (Morris 1992; Barnes 2012), un extenso centro administrativo y ceremonial, filas de almacenes incas de piedra aún marcan las laderas. Cada uno tiene una pequeña abertura o ventilación subterránea orientada hacia la fuente del viento, a menudo frente a montañas sagradas o apus desde donde desciende el aire frío. Las qollqas solían ubicarse en lugares altos, fríos, y ventosos, con formas variadas–circulares, rectangulares, o alargadas–cuidadosamente adaptadas a lo que almacenaban (Morris 1967; Gaspirini y Margolies 1980). 

En algunos tipos de qollqas ventosas, llamadas wayrana por la palabra quechua para viento (wayra), guardaban granos o legumbres; otras más oscuras y cerradas protegían papas y tubérculos (Pérez Trujillo 2024). Debajo de sus pisos, canales de piedra drenaban la humedad y estabilizaban la temperatura, convirtiendo cada estructura en un ambiente finamente calibrado. 

Asegurar la cosecha no era simplemente un triunfo técnico, sino también social. Almacenados adecuadamente, los alimentos podían durar años, sosteniendo ejércitos, comunidades, y prácticas ceremoniales durante sequías o heladas. Los cronistas españoles e indígenas de los siglos XVI a XVIII describieron estos depósitos como lo suficientemente amplios para alimentar poblaciones enteras e incluso ejércitos itinerantes (Guaman Poma de Ayala 1616; Cobo 1653), pero su importancia iba mucho más allá de la logística. La qollqa permitió la especialización agrícola, la experimentación, y la expansión creativa de las dietas a lo largo de las estaciones. En un paisaje de extraordinaria biodiversidad, la preservación era una forma de abundancia: un medio para equilibrar la dieta, combinar cultivos complementarios y nutrir no solo el cuerpo, sino también el tejido social y ritual que mantenía unidas a las comunidades.

Hoy, mientras las comunidades andinas enfrentan una creciente inseguridad alimentaria y deficiencias nutricionales, la qollqa reaparece como algo más que una curiosidad arqueológica. Se erige como un modelo de resiliencia ecológica y un recordatorio de que las tradiciones de preservación son tanto tecnología como filosofía. La capacidad de crear arquitectura en respuesta al aire, humedad, y la altitud para conservar productos, y de diseñar en coexistencia con el entorno, nos pareció, a mí y al equipo de este proyecto, profundamente relevante para el presente.

Aprendiendo del pasado, la Qollqa Mater continúa esa línea. El equipo interdisciplinario que formamos para este proyecto entiende la preservación y el almacenamiento como un arte y una práctica: una forma de cuidar el equilibrio entre los elementos. Durante miles de años, los constructores andinos han experimentado con cámaras elevadas y terrazas ventiladas: versiones tempranas de la misma lógica que concibe la arquitectura como una extensión del paisaje. En Moray, ese principio sigue vivo. Aprender del pasado nos permite diseñar para un presente marcado por el cambio ambiental, donde la tecnología debe estar ecológicamente entrelazada, nacida no del control sobre la naturaleza, sino del diálogo con ella. 

Diseñando el flujo

Sobre las terrazas circulares incas de Moray, y a pocos minutos a pie de MIL Centro, se alza la qollqa de Mater, un almacén contemporáneo que une principios ancestrales y prácticas locales actuales de preservación en una nueva e innovadora forma arquitectónica, anclada tanto en el pasado como en el lugar. Diseñada por el arquitecto Juan Carlos Pareja, en diálogo con mi investigación arqueológica y arquitectónica, y construida colectivamente junto con miembros de la comunidad de K’acllaraccay, dentro de su sector Colparay, la estructura sigue la misma lógica ecológica que guiaba a los constructores incas: la orientación, el flujo de aire y la relación recíproca entre arquitectura y terreno.

Sin ser una réplica ni una reconstrucción, el plano circular y los muros de piedra ligera de la qollqa evocan precedentes regionales, desde los almacenes preincas redondeados de Raqchi (Sillar et al. 2019) hasta las proporciones de los de Ch’eqoq (Quave et al. 2019) y Machu Qollqa (Delgado Gonzalez et al. 2024), sitios arqueológicos ubicados cerca de MIL Centro. Su techo de paja de ichu y su piso de piedra la arraigan en materiales locales, mientras que su abertura principal mira hacia las montañas nevadas para canalizar los vientos descendentes a través del interior. En particular, el flujo de aire de la estructura proviene de varios apus–el término quechua para montañas sagradas–entre ellos los apus, Cruz Moqo, Waqtay Willki y Mach’ay Pata, pero especialmente de Verónica, el apu más alto y glaciado de la región.

En su interior, dieciséis cámaras más pequeñas, micro-qollqas, están diseñadas para crear microclimas distintos de temperatura, humedad, y ventilación adecuados para los productos que se almacenan: semillas, granos, plantas medicinales, tubérculos, y alimentos preservados. Un óculo central filtra la luz dentro de la estructura, generando gradaciones de luz difusa, sombra, y oscuridad, mientras que un canal interno recoge el agua de lluvia y dirige la humedad hacia ciertas cámaras, drenando parcialmente a través de la estructura para dejar otras secas. Cada micro-qollqa se convierte en un experimento a pequeña escala sobre cómo la arquitectura puede responder al clima para proteger una diversidad de materiales y productos bajo un mismo techo.

La orientación, los materiales, y los patrones de flujo de aire de la estructura están diseñados no para la permanencia, sino para la evolución. Sensores monitorearán la temperatura, la humedad y el movimiento del aire, lo que permite al equipo observar cómo el viento frío de montaña interactúa con la humedad del suelo y ajustar los materiales, aberturas y distribuciones según sea necesario.

Concebida como un experimento vivo, la qollqa de Mater mide la interacción con el clima, incluso mientras preserva, generando conocimiento que puede compartirse, refinarse, y ampliarse. Estos datos están pensados para ser utilizados, compartidos con socios locales y estudiados académicamente. Su construcción contemporánea está informada por las prácticas andinas de lectura del paisaje, una forma de construcción que sigue escuchando las mismas fuerzas del viento, el agua y la tierra. De este modo, extiende una larga línea de la arquitectura andina y renueva una sensibilidad arquitectónica arraigada en la experimentación, la reciprocidad, el cuidado, y la atención a los aspectos locales del lugar.

A map of the mountains

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 Apus visibles desde la Qollqa Mater y alrededores.

Construyendo juntos: sobre la colaboración comunitaria e interdisciplinaria

Desde el inicio, la qollqa ha sido un proyecto colectivo. Construida con, para, y por la comunidad de K’acllaraccay, representa tanto la colaboración como la preservación y la investigación. El proyecto se ha llevado a cabo en asociación total con el sector Colparay de K’acllaraccay, liderado por el miembro Wilber Juarez. Este sector ha acogido generosamente la qollqa en sus tierras y es el propietario formal de la estructura.

Antes de iniciar la construcción, el arquitecto Juan Carlos Pareja y el estudiante de arquitectura Luis Matías trabajaron de cerca con los miembros de la comunidad para comprender las prácticas locales de almacenamiento de alimentos y los materiales de construcción tradicionales de la zona. También visitaron qollqas antiguas y centros de almacenamiento modernos como el INIA Cusco (Instituto Nacional de Innovación Agraria). Estas conversaciones informaron el diseño tanto como las perspectivas arqueológicas o los datos ambientales, asegurando que el proyecto creciera directamente desde las tradiciones de la comunidad.

La construcción comenzó en mayo de 2025 y cada etapa fue un proceso compartido de aprendizaje y experimentación, desde la preparación de la piedra y la tierra hasta el ensamblaje del techo de paja de ichu, como parte de una ceremonia tradicional del techado. En el futuro, se realizarán talleres sobre técnicas de almacenamiento, organizados por miembros expertos de la comunidad, que acompañarán el uso continuo de la estructura. De este modo, la qollqa funcionará no solo como un espacio de almacenamiento, sino también como un centro comunitario: un lugar vivo de intercambio, enseñanza y cuidado.

La idea de construir una qollqa contemporánea formaba parte de la visión a largo plazo de Mater desde agosto de 2023 cuando su directora, Malena Martínez, propuso por primera vez el concepto. El proyecto tomó nuevo impulso al año siguiente, cuando Malena y yo nos conocimos y comenzamos a conversar sobre cómo la investigación arqueológica, arquitectónica y ecológica podría ampliar su alcance. Esta colaboración dio forma a la Qollqa de Mater tal como existe hoy: un proyecto que une preservación, diseño y ciencia alimentaria a través de la experimentación compartida.

Coordinado por Patty Yraja, directora de proyectos de Mater, reúne a un equipo multidisciplinario. El ingeniero agrónomo de Mater, John Checca, lideró la planificación para la ubicación y protección de los productos dentro de microclimas ideales, definiendo qué producto debía almacenarse en cada microqollqa, y ayudó a proyectar las futuras direcciones agrícolas y científicas del proyecto. La directora del área de Humanidades de Mater, Gabriela Huayaconza, ha guiado el proyecto en coherencia con los intereses y prácticas de la comunidad de K’acllaraccay, y continuará impulsando iniciativas comunitarias como talleres y programas de participación pública.

A medida que el proyecto evoluciona, también lo harán sus redes de colaboración. Esperamos involucrar a nuevos especialistas, estudiantes y miembros de la comunidad en las próximas fases de investigación, que abarcan la arquitectura, la ciencia alimentaria, la agricultura, la antropología, y la arqueología. La qollqa ya se ha convertido en un espacio generativo de encuentro: recientemente albergó un intercambio de semillas con un colectivo comunitario aymara, un acto significativo de reciprocidad que encarna el espíritu mismo del proyecto, un espacio donde la preservación comienza con las personas y donde la investigación se guía por la práctica. 

A drawing of a structure in a desert

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La Qollqa Mater en construcción por Samantha Bloom.

Líneas futuras: la qollqa como espacio comunitario, centro de investigación y despensa experimental

Nos acercamos a la finalización de la etapa de construcción de la estructura física de la Qollqa Mater, pero el proyecto apenas comienza. El edificio seguirá evolucionando como un espacio de medición, aprendizaje, y colaboración, y al mismo tiempo servirá como un centro comunitario para reflexionar sobre múltiples temas entrelazados: la soberanía alimentaria, la preservación, las técnicas ancestrales y la experimentación. Los datos que se generen orientarán futuros ajustes en el diseño, pequeños cambios en los materiales, las aberturas, o la distribución, con el fin de perfeccionar la manera en que la estructura conserva y protege lo que alberga. A través de este proceso, la qollqa misma se convierte en un instrumento de investigación: una arquitectura que produce conocimiento sobre su propio entorno, para ser estudiada y compartida por especialistas.

De cara al futuro, imaginamos que la qollqa podría servir como un espacio para la investigación en ciencia alimentaria y preservación. En colaboración con ingenieros agrónomos y científicos de alimentos, los estudios futuros podrían explorar cómo distintos productos–papas, maíz, tubérculos, granos, legumbres, semillas e incluso carnes deshidratadas–responden a las variaciones internas de humedad y flujo de aire. Tales experimentos podrían ayudar a identificar las condiciones óptimas para cada producto y a reimaginar las prácticas tradicionales de almacenamiento como una forma generativa de transformación, donde la preservación se entiende como un diálogo gastronómico entre materia y tiempo.

Más allá de estas posibilidades científicas, la qollqa también abre caminos para investigaciones centradas en el patrimonio y la historia. Futuros estudios, posiblemente liderados por arqueólogos, historiadores de la arquitectura y etnobotánicos, podrían conectar las qollqas del pasado con las experimentaciones contemporáneas en siembra y agricultura. En mi propia investigación, me impresiona lo poco que aún se sabe sobre qué se almacenaba realmente en las qollqas o qué se cultivaba en las terrazas incas cercanas; los análisis de polen y restos paleobotánicos podrían ofrecer esas respuestas. Al estudiar las qollqas en relación con sus paisajes, desde las formas locales y ancestrales hasta las tradiciones imperiales incas, creo que podríamos llegar a comprender no solo cómo se almacenaban los productos, sino también cómo estas arquitecturas encarnaban ideas de equilibrio y reciprocidad con el clima. Estas reflexiones, a su vez, podrían inspirar futuros experimentos agrícolas, incluyendo la posible reintroducción de semillas recuperadas.

Finalmente, como espacio comunitario, la qollqa tiene el potencial de seguir creciendo como una plataforma compartida para el intercambio. Talleres, trueques de semilla y colaboraciones abiertas de investigación podrán reunir a agricultores locales, estudiantes, y especialistas. Los miembros de K’acllaraccay seguirán utilizando la qollqa como su propio almacén. Lo que comenzó como una construcción puede transformarse en una plataforma viva para el diálogo, la investigación y el cuidado, uniendo el conocimiento ancestral y la ciencia en nombre de la soberanía alimentaria y la resiliencia ecológica. 

Bibliografía

Barnes, Monica. (2012) Almacenaje en Huanuco Pampa: Una reevaluacion. En. F. Zubieta Núñez (ed.) Memoria XVII Congreso Peruano del Hombre y la Cultura Andina y Amazónica, pp. 100-120. Huacho, Peru. 

Cobo, Bernabé (1890[1653]) Historia del Nuevo Mundo: Tomos I y II. Bibliófilos andaluces, Sevilla, España. 

Delgado Gonzalez, Carlos, Jaime Guardapuclla Aragón, y Carlo Soculaya Dávila (2024) Machuqolqa: De una aldea doméstica temporal a un centro de almacenaje Inca. Boletín de Arqueología PUCP 34: 50-75. 

Gaspirini, Graziano y Luise Margolies (1980) Inca Architecture. Indiana University Press, Bloomington, IN, EEUU. 

Guaman Poma de Ayala, Felipe (1936[1616]) El primer nueva corónica y buen gobierno, Institute d'ethnologie, Université de Paris, Paris, Francia. 

Morris, Craig (1967) Storage in Tawantinsuyu. Tesis doctoral. University of Chicago, Chicago, IL, EEUU. 

Morris, Craig (1992) The technology of highland Inka food storage. En T.Y. LeVine (ed.), Inka storage systems, 237-258, University of Oklahoma Press, Norman, OK, EEUU. 

Pérez Trujillo, Amelia (2024) Pinkulluna: "Almacenes Colgantes" De Los Inkas. Presentación. Pontifícia Universidad Católica del Perú (PUCP), Lima. 

Protzen, Jean-Pierre (2005) Incas en Ollantaytambo: Arquitectura y Construcción. Lima: Pontifícia Universidad Católica del Perú Fondo Editorial. 

Quave, Kylie E., Sarah A. Kennedy, y R. Alan Covey (2019) Rural Cuzco before and after Inka imperial conquest: Foodways, status, and Identity (Maras, Peru). International Journal of Historical Archaeology 23: 868-892. 

Sillar, William, Emily Dean, & Amelia Pérez Trujillo (2019) La ocupación Bari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco. Revista Haucaypata.

Biografía

Rachel Schloss es arqueóloga e historiadora de la arquitectura. Como candidata doctoral en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), estudia cómo los incas transformaron montañas en arquitectura, empleando tierra, piedra, y arcilla para crear espacios de poder, ceremonia, y cultivo. Su investigación también explora cómo las prácticas constructivas tradicionales pueden movilizarse para enfrentar los desafíos de hoy.  

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Centro de investigación transdisciplinario que estudia, interpreta, preserva y difunde saberes del territorio peruano. Creado por Malena Martínez, Virgilio Martínez y Pía León.


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